Desde hace cientos de años, el hombre se servía de las estrellas para poder navegar y saber qué dirección tomar. Pero también necesitaban algo que les ayudara a llegar a su destino o regresar a su hogar. Para ello, se hacían fogatas y hogueras en los acantilados y así avisar a los navegantes de su proximidad a tierra.
Frente al puerto de Alejandría, en una pequeña isla, Pharos que ahora es una península, en el siglo III a.C
, se llevó a cabo una de las construcciones más ambiciosas hasta el momento.
El arquitecto Sóstrato de Cnido, hizo que descansara la estructura de mármol blanco y ensamblada con plomo fundido, sobre una base cuadrada, donde se podía leer una inscripción que decía:
"
Sóstrato de Cnido, hijo de Dimócrates, a los dioses salvadores, por aquellos que navegan por el mar."
Hay autores que aproximan su altura a unos 60 metros, pero otros consideran que podía llegar a medir hasta 190 metros.
En lo más alto, se podía encontrar un gran espejo para poder reflejar los rayos del sol durante el día.
Al llegar la noche, se encendía una gran hogera que también se reflejaba con el espejo, y cuya
luz se llegaba a ver a unos 55 km.
Pasaron muchos siglos, y el faro seguía siendo una de las edificaciones más espléndidas, incluso otras culturas y pueblos que conquistaron Alejandría, lo mantenían y seguían utilizándolo, como los árabes en el siglo IX.
Tras muchos siglos enfrentándose a las tormentas y al oleaje, no fue hasta mediados del siglo XIV cuando uno de los tantos terremotos que asolaban las tierras, lo destruyó por completo, dejando sólo ruinas.
Un tiempo después, el sultán Mameluco Quaitbay, decidió utilizar los restos del que se considera el primer faro como tal, para crear una fortaleza, que es lo que actualmente se puede ver y visitar si vamos a Alejandría.

En A Coruña, podemos encontrar un faro romano construido sobre el siglo II d.C, la Torre de Hércules, el cual a día de hoy sigue en activo. Se erigió en una tierra sagrada para los habitantes que vivían allí, antes que el Imperio romano llegara.
Mide unos 55 metros, de los cuales casi 35 corresponden a la facbricación romana y los restantes a una restauración en 1789 para modernizar la señalización marítima.
Se pueden encontrar varias leyendas sobre el por qué de su construcción.
Una de ellas, es la lucha entre Hércules y un gigante que atemorizaba al pueblo de esa zona. Cuando Hércules ganó, hizo construir una torre con una gran antorcha en su cima. Como curiosidad, el escudo de A Coruña está representado por la Torre de Hércules y la supuesta calavera del gigante.
Dejando a un lado las leyendas, muy seguramente se construyó para servir como guía a los comerciantes romanos que querían ampliar sus rutas con Francia o Inglaterra, que vivían en Brigantium, la actual A Coruña, y que al crecer como ciudad le fue comiendo terreno. Actualmente, la Torre de Hércules se encuentra en un parque protegido.
Actualmente, hay muchos faros que quedaron en desuso hace muchos años, y algunos de ellos sirven hoy como hoteles o restaurantes.
En Escocia, Francia, Noruega y aquí en España, muchos de ellos se amoldan a tal moda y cambian para poder alojar a visitantes.
Y aunque pasar una noche en un faro con las vistas, el sonido y la tranquilidad que pueden ofrecer, es realmente tentador, los precios de las estancias o del catering, en caso de ser restaurante, seguro se suben por las nubes.
Creo que se podrían aprovechar esas instalaciones de tantos faros abandonados y sus edificios anexos, no sólo para el sector de la restauración, sino como viviendas, oficinas, o como centros para investigación del litoral y de la vida marina, pues ofrecen unas características únicas para su estudio.
Sea como sea, sigue siendo increíble ver sus figuras en lo alto de los acantilados recortándose con la luz o por la noche viendo sus luces para guíar a los barcos.
Gracias a ellos podemos seguir soñando y conocer las distintas épocas e historias a los que están vinculados.