Entre remolinos de hojas doradas y rojas creados por el viento, lo ví.
Al principio pasó desapercibido, como algo que realmente no estuviera allí, pero cuando respiré su aroma y cerré los ojos por un instante, pude sentir su extraña calidez en mi piel, su presencia tan cercana pero a la vez lejana, libre, haciéndome sentir que a nadie pertenece.
No pude más que dejarme arrastrar por su encanto y su presencia. Llenarme con su vida y su alma que tocaban cada partícula de mi ser, sintiéndome tan liberada a cada paso que daba.
Pero se desvaneció sin más, recordándome que no es de nadie y que nada puede pararlo.
Desapareció con las hojas y el viento, dejando paso a una tranquila lluvia de otoño.
Ishtar